Paisajes infinitos de la meseta manchega, un Cadillac convertible del 63 precioso, un atardecer de postal y Andrea y Guti para completar la magia…no podía salir mal.
Cuando pensamos en un bonito atardecer, siempre se nos viene la imagen de una playa desierta con una palmera a un lado y un agua cristalina reflejando el anaranjado sol; pero atardeceres ideales hay muchos y los que podáis ver cada tarde los campos manchegos en esta época del año me entenderéis.
Cada sesión es única, no por el entorno y el estilismo, eso se podría repetir, pero cada pareja es diferente a todas las demás y en cada foto queda reflejado un trocito de sus almas.
¡Un poco de sabor americano para una tarde de primavera!